domingo, 26 de enero de 2014

Carta del Sargento Bailey a su Mujer e Hija


*Antes de comenzar a leer esta carta, debes leer primero El Último As.


Afganistán, 5 de Octubre de 2005


Querida Julie, hace ya semanas que estamos aquí y este tiempo me ha servido para darme cuenta de lo mucho que os echo de menos, cada día que pasa es una punzada más.
Aquí, aunque no lo parezca, nos va bien, todos nos llevamos como hermanos y procuramos hacer de este infierno algo más llevadero, y aunque lo que hemos hecho hasta ahora, no es mucha cosa, no faltará mucho para que entremos en acción.

Recuerdo que desde un principio me dijiste que mi labor aquí era inútil y que no estabas muy de acuerdo con mi estancia aquí, pero que al ser mi trabajo tenía que hacerlo, pero esta vez no estoy del todo de cuerdo contigo, el drama que se vive aquí necesita ayuda y solución.

Cada día que pasa doy gracias por poder volver a ver el sol otra vez, pero sé que mucha gente aquí no puede hacer lo mismo.

Jamás, hasta que llegué había visto tanta desolación causada por personas que, en verdad, son como hermanos, pero han decidido optar por la autodestrucción y el dolor.

Os echo de menos, Julie, el estar junto a ti y el despertarme cada mañana y que sea tu sonrisa lo primero que vea al despertar, o los gritos de Sarah llamándonos desde su habitación…aún es tan pequeña…
Me encantaría también que fuese el tiempo quien pasase y no mi vida, para poder vivirla junto a vosotras, pero estando aquí no sé lo que será de mi en los próximos 20 minutos.

Quiero que sepas, si por desgracia no puedo volver, y Dios o quien sea, reclama mi vida antes de volver, que te quiero y que mis pensamientos y mi corazón están puestos en vosotras desde el momento en que abro los ojos.

Si me veo obligado a quedar aquí para siempre, sólo pido, que a pesar de todo, busques la forma de ser feliz aun sin mí, y que cuides y ayudes a crecer a nuestra hija lo mejor posible, porque en verdad lo merece y es en parte por lo que tú y yo hemos luchado desde el primer momento.

…Creo que ha llegado la hora, aunque no quiera, de despedirme de vosotras, y de decirte, Julie, que espero, si algún día puedo volver, poder seguir siendo tu hombre.

Os quiero.

Dave.

domingo, 19 de enero de 2014

El Último As

EL ÚLTIMO AS

…Hoy es 16 de Diciembre, fecha que señala los 8 meses que se han cumplido desde mi último servicio, y probablemente el tiempo más largo que he pasado en un sitio desde que comenzó esta locura, que tanto me ha llegado a gustar.

Hace una mañana gélida aquí en Idaho, pero supongo que viviendo tan al norte será lo normal, no quiero ni pensar cómo será en Canadá, en fin… que les den. Me mudé aquí precisamente por eso, y además ni a Julie mi mujer, ni a mi hija Sarah pareció importarles, está a gusto aquí.

Es el típico barrio con los típicos vecinos supongo, te levantas cada día en bata, coges tu taza de café y sales a por tu periódico, al encuentro de, cómo no, algún que otro vecino. Malditas películas…

Se suponía que era una mañana normal y que la vida seguiría su curso, Sarah y mi mujer se irán al colegio, una a aprender y la otra a dar clases, y yo, muy probablemente me quede en casa haciendo las cuatro chorradas que hago siempre para matar el tiempo…fascinante cuanto menos…

En fin, ¿Qué tenemos aquí? El Press News, dos cartas de propaganda, una notificación de…espera un momento, esto es…

Oh! No…joder al final tenía que pasar, era inevitable y además completamente indeseado pero allí estaba, una carta del Mando Superior del Ejército. Inconfundible, sello presidencial, la bandera y el águila y esa primera frase que pretendía inspirar en el lector el más alto grado de patriotismo posible.

Haciendo caso omiso a lo que había escrito al principio de la misiva, me centré en las tres palabras que hicieron que mi temperatura corporal descendiese peligrosamente: “Conflicto”, “Necesario” y “Afganistán”…

…¿Sabéis esa sensación de desorientación que sufrimos cuando nos levantamos de un salto? Pues ahora mismo es como si ese salto hubiese sido el nuevo récord olímpico. Tengo que apoyarme en el buzón y la verja de casa para poder mantenerme de pie, y tras unos segundos consigo arrastrarme hasta casa y la única pregunta que me ronda por la cabeza es la de cómo coño voy a decirles esto a Julie y Sarah.


------------------------------- Casi 3 semanas más tarde ---------------------------


0800 hora Zulú, hace ya bastante rato que nos hemos levantado y tras un par de días todo parece ir bien. Ah! Por cierto, no os lo he dicho voy a bordo del USS Independence rumbo a Kabul, y tras lo que me han parecido 100 días de viaje, debemos estar a tan sólo un par de horas de destino.

Como ya sabemos, el trabajo que desempeñaremos aquí, en un principio es meramente de apoyo a una de las misiones humanitarias que se están dando en la zona. Dicho apoyo consiste básicamente en detectar, avisar y en caso final, eliminar, las posibles amenazas que puedan poner en peligro las acciones de ayuda.

Sólo espero que mientras yo esté aquí todo vaya bien y que, en casa, la gente se dé cuenta de que es necesario apoyarnos y del peligro que corren tantos cientos o miles de personas cada día, por la acciones de unos pocos…O al menos eso dice la teoría, no estoy muy seguro…

Finalizamos el desembarco y nos dirigimos a lo que será nuestro hogar los próximos meses, si todo sale según lo previsto. Por lo que nos han dicho, los ánimos están algo tensos tras los últimos incidentes ocurridos en la región, que acabaron con varios de los nuestros  con heridas graves…Es una locura además de cuidar de mí mismo, he de hacerme cargo, como capitán que soy, de los hombres que conforman mi unidad, y aunque no seamos muchos, tan sólo 7, cuando Bailey y Williams deciden hacer el gilipollas… bueno, digamos que no es fácil hacerse cargo.

La vida en la base es relativamente tranquila, poco que hacer, pero uno siempre ha de estar alerta, además no acabamos de disfrutar todo lo que podemos de estar aquí por dos sencillas razones: La primera, bueno esa es obvia… y la segunda es porque en cualquier momento nos pueden asignar alguna de las misiones y por lo que sé, uno nunca sabe cómo pueden acabar y…

-     ‘¡Bailey!, ¡Williams!, ¡Carter! ¡Reúnan al resto y prepárense, pasen por mando y allí les darán información, les toca irse al valle!” – Grita de repente uno de los oficiales. Y aún sorprendidos, y con el miedo a flor de piel, somos capaces de responder: -“¡Señor, sí señor!’-.

Y así hacemos, avisamos a los chicos y movemos el culo hacia el mando, rezando porque no sea una de esas escaramuzas suicidas que tanto les ha dado por hacer.
Llegamos y nos recibe el Sargento Mayor Davis, un hombre alto que, a pesar de su edad, ya mayorcito para estos trotes, infunde un respeto enorme en cualquiera que se ponga por delante.
Tiene todo desparramado por la mesa y parece nervioso, cosa muy extraña en él.

-‘¡Caballeros!’- Comienza diciendo- ‘Como saben la zona del valle se ha convertido en un avispero, y nos toca ir de apicultores. Vuestra misión consistirá en proveer de apoyo y seguridad a una de las misiones humanitarias que se desarrollan en la zona durante un traslado. No quiero problemas’ – Continúa diciendo y creo que todos sabemos lo que viene- “Entran, le sacan y salen ustedes. Sabemos que parece fácil pero no se confíen. Una vez llegados al punto de extracción, informarán y volverán por la ruta segura ¿Queda claro?’ – Pregunta.

-‘Señor sí señor!’ – Respondemos al unísono.

Todo listo y nuestro convoy sale sin problemas, dos vehículos acorazados, con blindaje anti minas, vamos lo mejor de lo mejor y. sí, ya sé que suena ostentoso pero cuando vas a un sitio así toda precaución es poca.
Durante el trayecto de ida no sucede nada en especial, Willy y Carter, que van en mi coche, ríen y hacen bromas, siempre han sido los payasos del grupo, y yo, aprovecho y continúo escribiendo la carta a Julie y Sarah. Sólo espero que estén bien, no he tenido la oportunidad de hablar con ellas desde hace días y eso puede tenerlas muy intranquilas.

Llegamos a destino y nos recibe uno de los responsables del complejo, le explicamos la situación y les montamos en lo coches de vuelta a nuestro campamento. En total partimos de allí 5 vehículos, entre ellos dos de los militares y comenzamos el viaje a través del desierto.
Pasados 15 minutos, divisamos una columna de humo en mitad del desierto, algo muy inusual, así que le digo a mi pelotón que estén atentos.

Descubrimos una fosa por la que apenas pasamos unos segundos, suficientes para que podamos ver cuerpos amontonados en su interior producto de las matanzas de los diversos grupos, llamadlos como queráis, y me hace darme cuenta de por qué estamos aquí.
Y justo cuando mis pensamientos son los que me distraen un poco de mi labor, en apenas una fracción de segundo, se desata el infierno.

Uno de los coches en los que iban los voluntarios a los que acabábamos de sacar es alcanzado por varias ráfagas de bala, y justo a nuestro lado estallan dos minas. Mis oídos pitan y oigo lo que parecen gritos, hay varias personas que parecen heridas aunque no de gravedad. Busco a los míos…

  -‘¡Willy! ¡Carter!’ – Grito, pero no obtengo respuesta, no sé bien lo que sucede y mi único reflejo es disparar a todos los lados, ya que una gran columna de polvo me impide ver con claridad.

Más disparos…

Parece que el polvo que ha levantado la explosión se despeja gracias a una ráfaga de aire, aunque no cesan los disparos procuro recomponerme y situarme.
Pasan unos segundos y puedo ver un cuerpo en el suelo rodeado por un charco de sangre, y mientras me temo lo peor, la veo, una insignia estadounidense, es de los míos.
En ese momento, aparecen por mi lado Jackson y Carter.

-‘¡Tío no veo una mierda! ¡No sé dónde están!’ – Me grita Jax. Tiene la cara ensangrentada y cubierta de polvo.

Más disparos…

Oigo un grito y sé que proviene del coche en el que iban los voluntarios, espero que sólo sea un herido, me muevo y veo de dónde viene el ataque. Una cabeza sobresale y sólo tengo que apuntar, uno menos.

-‘Willy! Carter! ¿Me oís?’ – Grito – ‘¡Hay que moverse y llegar a la colina, están todos ahí!’

Veo que Carter es el primero en salir, así que sólo se me ocurre seguirle. Nuevamente un fuego cruzado, están en las montañas.
Acto seguido Jackson y Williams comienzan a responder delatando completamente su posición y son alcanzados.
Por cómo han caído al suelo sé que ninguno de los dos sigue con vida, además han perdido sus armas.

De seis que éramos sólo quedamos tres y se nos agotan las opciones, lo único que se me ocurre es facilitar una distracción para que, aunque sea, las personas a las que tenía que proteger, salven la vida. Me acerco al coche tras el cual se refugian los voluntarios y les expongo la situación:

 -‘Sólo tenemos una opción de salir de aquí con vida” – Empiezo- ‘Pero tendrá usted que hacerme caso en todo lo que le diga, ¿Queda claro?’

-‘Sí, lo que usted diga’ – Responde temblando.

Mientras pienso qué hacer, contemplo la escena que se expone ante mí, con Cooper y Carter agazapados, tirando inútilmente a todo lo que se mueve. Y bajo toda esa presión, noto todos y cada uno de los objetos que llevo, como si el chaleco fuese una fina tela y…espera… de pronto lo recuerdo, aún sigue ahí, un papel doblado decenas de veces, que contiene quizás mis más sinceras palabras desde hace mucho tiempo. Lo saco y se lo entrego.

-‘¿Qué es esto?’ – Pregunta confundida.

-‘Mi misión es sacarlos a usted y al resto de aquí con vida, así que su supervivencia debe estar asegurada siempre y en todo momento, bajo cualquier circunstancia’ – Medito con cuidado mis palabras y sigo – ‘Así que, resumiendo, ustedes deben salir de aquí con vida, en cuanto a mí, ya se verá’.

-‘Pero, ¿Qué he de hacer con este papel?’ – Dice temblando.

-‘Dárselo a mi mujer cuando usted regrese’ – Contesto.

Miro hacia dónde está escondidos Cooper y Carter y voy hasta allí para intentar explicarles mi plan.

-‘Tío, estamos jodidos! No sé si conseguiremos salir de ésta.’- Me grita Coop.

-‘Nosotros no, pero si salimos por uno de los laterales de la colina, desprotegidos, llamemos su atención, dejando así vía libre a los voluntarios para que escapen’ – Digo.

Sé que es una locura un suicidio, pero los tres comprendemos que es nuestra única opción, además, para eso estamos aquí.

 Nos levantamos y corremos por un lateral de la colina con la esperanza de ver por fin a nuestro enemigo y conocer, al menos su número y su equipo. Continuamos avanzando por el lado y veo que alguien advierte de nuestra presencia, han mordido el anzuelo y no podemos desaprovechar la oportunidad así que, aunque me arden los pulmones, corro.

Más disparos, agacho la cabeza a la espera de alguna señal de ayuda o socorro de Coop o Carter pero nada, parece que no nos han dado. Intento aclarar mi mente y continúo corriendo, es la única forma de alejarlos.

Tras unos metros recorridos aparecen dos hombres cubiertos con turbantes y armados. Disparamos a matar. Los dos hombres caen y nos damos cuenta de nuestro error, tres más nos esperan en otra colina, y antes de que podamos rectificar, aprietan el gatillo al unísono.

Oigo un grito y siento una punzada de dolor que recorre todo mi cuerpo como lo hace un rayo por el cielo, y veo caer a mis amigos, mis últimos hermanos junto a mí. Sé que ha muerto al instante por la gravedad de sus heridas y los lugares dónde han impactado las balas, y contemplo impotente el pesaroso final que me espera.
Y es aquí, cuando bajo este sol de justicia, cuando recapacito sobre todo aquello por lo que ha pasado esta gente y las miles de muertes de inocentes que se han dado, y a pesar de todos mis pecados, al ver las vidas que he salvado contemplando por última vez ese coche que se aleja.


Herido de muerte y con la sangre cubriendo mi ropa, mientras mi vista comienza a nublarse, fijo mi mirada en un trozo de tela de diversos colores y estrellas que apenas distingo, y que, al borde de mi vida, al suspirar mi último aliento, me hace comprender la verdadera razón de mi presencia aquí, y no sé por qué, me hace sonreír…

martes, 10 de diciembre de 2013

El Valle de los Cometas



 EL VALLE DE LOS COMETAS


 Como cada día, se dirigía cansado de vuelta a casa, pensando en las miles de cosas que debía hacer, ayudar a su padre no era tarea fácil, sobre todo desde que en los últimos años, la herrería, había expandido tanto su negocio.

En Tallheim, el pueblo en el que vivían él y su padre, ya que desgraciadamente, una rara enfermedad se había cobrado la vida de su madre mese atrás, la gente se ganaba la vida como bien podía. A Vruk le gustaba describirlo como una gran comunidad de familias, ya que desde hacía generaciones, los mismos caracteres habían adornado las puertas de la vecindad.

No era demasiado grande, todo había que decirlo, pero gracias a que se encontraba completamente rodeado de montañas, quedaba protegido, tanto del intenso frío invernal, como de los posibles enemigos. Rara vez llegaba alguien allí, y cuando lo hacía, solían ser viajeros, cansados y medio moribundos.

Ulia, el padre de Vruk, era un hombre rudo que había crecido entre montañas piedras y, a pesar de que su carácter no se asemejaba nada a su aspecto, todos en el pueblo sabían que no era buena idea “jugar” con él. Sobre todo desde la muerte de Eleonora, su esposa y madre de Vruk.

La casa que compartían él y Ulia era de gran tamaño a pesar de ser sólo para dos, pero esta contenía también la herrería, así que a pesar de la humildad de su familia y forma de vida, ambos vivían como reyes.

Además del oficio que desempeñaba su familia, a él le gustaba hacer otro tipo de actividades que requirieran menos esfuerzo. La caza por ejemplo, que se había convertido en su pasatiempo favorito, haciendo de él un excelente tirador.

Solían ser él, y un par de habitantes más de la aldea, por lo general los jóvenes, que eran los que se adentraban en lo profundo del valle a atrapar aquellas deliciosas presas que con tanta dedicación cocinaban las madres en la gran hoguera.

Así que aquel día, tras haberse cobrado un ciervo de gran tamaño y un par de faisanes, Vruk juntó su trofeo con el del resto de sus compañeros y juntos regresaron a Tallheim.
Allí les esperaba la mayor parte del pueblo, sentados en torno a grande hogueras. Así que, dejaron las presas en la cocina para que las madres las desollasen y mientras, fueron a reunirse con el resto.

Como cada noche en Tallheim, los más mayores gustaban de recordar aquello que había sucedido tiempo atrás, nostálgicos y a su vez intentando enseñar algo a los más jóvenes. En esta ocasión fue Killian quién tomó la palabra, un hombre respetado en gran medida por todos, ávido guerrero en el pasado y responsable de la defensa de Tallheim en una batalla, que aunque la habían relatado mil veces, Vruk no la recordaba.

Y así, al fuego de la lumbre, la profunda voz de Killian comenzó a relatar la historia que daba nombre al valle:

-“Tiempo atrás en este mismo valle, las poblaciones, aún desorganizadas, trataban de sobrevivir a las inclemencias del tiempo y las malas cosechas, con los métodos que hoy conocemos. Humildes, desvaídos, pero con muchas esperanzas de sobrevivir, el pueblo, en lo profundo del valle, con el paso del tiempo pasó a convertirse en una población próspera y llena de vida” –Killian hizo una pequeña pausa mientras el resto llegaba.

“El pueblo” –Continuó Killian- “Era ampliamente conocido por todos en aquella tierra, por ser el lugar de los más ávidos guerreros, pero también de los más afables lugareños. Su localización, aunque en principio apartada, servía como lugar estratégico en su defensa, pero también, como tabla de salvación para aquellos que se habían atrevido a cruzar el paso de las montañas, aún cuando el tiempo no acompañaba” – Continuó Killian.

Al oír estas palabras, a Vruk le vino a la cabeza la memoria de su tío, y hermano de Ulia, quién perdió la vida años atrás por haber intentado una hazaña semejante, por lo que supuso que esta historia, por fascinante que resultara, poco podía tener de verdad. Aunque, como sabía Vruk, tratándose de Killian…

-“Un día, una viajero errante, más con aspecto de cazador, decidió efectuar una parada en su camino en lo alto de las montañas. Dejó pasar el tiempo deliberadamente, y se vio sorprendido por una gran tormenta de nieve” – Tras decir esto, Killian, dirigió su mirada a aquellos que se habían sentado junto al fuego. Todos sabíamos lo que pasaba por nuestras mentes. – “Nuestro aventurero, intentando buscar una solución a su difícil situación intentó, en vano, hacerse ver por alguien u oír, en el mejor de los casos, para así ser rescatado. Pero su intento fue del todo en vano”.

-“Pasada la media noche, y con la luna como única guía, ya que la antorcha que antes portaba, se había apagado por completo a consecuencia del viento, intentó nuevamente hallar un refugio, tal vez en alguna cueva entre las montañas”.

Vruck meditó las palabras del anciano, sabía perfectamente que eso era imposible. Las altas montañas que rodeaban Tallheim eran completamente sólidas y cubiertas de vegetación.

En ese momento, aparecieron varias mujeres del pueblo, y les ofrecieron algo de beber, cosa que el interesado narrador agradeció antes de proseguir el relato.

-“Tras horas vagando, nuestro viajero, llevado a las lágrimas vio cómo algo maravilloso sucedía en los cielos. Una gran lluvia de estrellas, se abría paso entre la niebla, cayendo hacia el interior del valle, suceso, que interpretó como una señal a seguir.” –

Aunque la noche estaba casi en su punto medio, Killian no desaprovechó la ocasión de dar otro sorbo a su taza y continuar su relato.

-“Movido por esta nueva corazonada, nuestro intrépido viajero, continuó casi a ciegas su camino, en la dirección hacia la que se extendían esas lenguas de fuego astral” – El anciano volvió a hacer un alto en su relato, con el propósito, cómo no, de darle más suspense e intriga al mismo.

‘Cómo no’ – Pensó Vruk – ‘El viejo Killian y sus manías’. Pero la verdad era, que esta historia, poco tenía de fantasía.

-“Como en un principio sospechó” – Prosiguió Killian – “La señal que había visto en los cielos, le llevó a lograr vislumbrar entre la niebla, las luces provenientes del fuego encendido en el interior de una cabaña, logrando así, salvar su vida. Lo que aquel extranjero no sabía, era que aquel extraordinario fenómeno se daba en ciertas ocasiones a lo largo del año y que según la tradición e historia del lugar, traía consigo algún suceso positivo. En este caso el hecho de que el viajero consiguiese llegar al pueblo y se salvase de la tormenta”.


Una última pausa antes de concluir, y al final Killian finalizó su increíble relato:

-“Desde que aquel viajero consiguiese salvar su vida gracias al fenómeno del valle decenas de personas habían tenido la misma suerte, haciendo ganar a éste su nombre, y a sus gentes su gran fama de hospitalarios”. – Dicho esto, Killian dio por concluida la historia, con gran satisfacción, ante la atónita mirada de todos.


Y la verdad era, como pensaba Vruk, que ninguno conocía realmente la historia de su pueblo y que el hecho de que Killian lo hubiese revelado, había supuesto para todos algo gratificante, e hizo que los habitantes del pueblo, se sintiesen más orgullosos que nunca de pertenecer a Tallheim, y por ende, a aquel que llegó a conformar su propia leyenda, el Valle de los Cometas.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Al Abrigo de un Ciprés



Bajo la sombra de un alma muerta que sobre un hombre se cierne
yacen la vivencias olvidadas que llenaron de gloria los momentos carentes de valor.

Dentro del ciclo del contador hecho con el fruto del desierto, se encierran entre las paredes del tiempo, los miedos y desgarros, que secuestran a voluntad nuestras más secretas virtudes y dan paso al vacío, del que en un principio procedemos.

Y es en este viaje de almas errantes en la noche, dónde huéspedes no bienvenidos
deciden celebrar su baile de máscaras, al cual parece que no hemos sido invitados de buen grado.
Se alza el velo y cae el escudo el valeroso, pues no hay coraza que pare aquello que nos es ciego a los iris, pero claro en mente y sentimiento, dando lugar a que presa se haga de nosotros el temor.

Comienza la danza y mil estrofas se hacen eco en la orquesta de la confusión, pues cuando el primer paso inicia, vendida queda la dama al cortejo del enmascarado, conocedor y viajero furtivo de los entresijos del fortín de la conciencia.

Y así el final de la primera pieza abandona nuestro salón y el silencio arrasa con aquello que encuentra a su paso, siendo incapaz de llenar el espacio la hermosa melodía con la que antes se deleitaban los nobles, cuyo rostro han decidido ocultarnos.

Rompen la afonía los clarines que anuncian la llegada de una diosa enfurecida, Hipocrene, que planta su semilla espectral allá dónde posa su mirada, regocijándose en su propia gloria, la cual personifica esta nueva escena.

Allí dónde se refugiaba el último atisbo de luz, en el lugar en el que en paz yacía la última de las esperanzas, irrumpe nuestra tenaz compañía de músicos y lo inunda con los últimos compases de su himno.
Exhausta, confundida y anhelante, abandona nuestra joven la sala para encontrar refugio junto a las raíces del árbol del amanecer y contempla así, cómo es aquel que a recogerla ha llegado para guiarla allí dónde en sus ojos la luz, nuevamente se ve reflejada.