…Hoy es 16 de
Diciembre, fecha que señala los 8 meses que se han cumplido desde mi último
servicio, y probablemente el tiempo más largo que he pasado en un sitio desde
que comenzó esta locura, que tanto me ha llegado a gustar.
Hace una mañana gélida
aquí en Idaho, pero supongo que viviendo tan al norte será lo normal, no quiero
ni pensar cómo será en Canadá, en fin… que les den. Me mudé aquí precisamente
por eso, y además ni a Julie mi mujer, ni a mi hija Sarah pareció importarles,
está a gusto aquí.
Es el típico barrio con
los típicos vecinos supongo, te levantas cada día en bata, coges tu taza de
café y sales a por tu periódico, al encuentro de, cómo no, algún que otro
vecino. Malditas películas…
Se suponía que era una
mañana normal y que la vida seguiría su curso, Sarah y mi mujer se irán al
colegio, una a aprender y la otra a dar clases, y yo, muy probablemente me
quede en casa haciendo las cuatro chorradas que hago siempre para matar el
tiempo…fascinante cuanto menos…
En fin, ¿Qué tenemos
aquí? El Press News, dos cartas de propaganda, una notificación de…espera un
momento, esto es…
Oh! No…joder al final
tenía que pasar, era inevitable y además completamente indeseado pero allí
estaba, una carta del Mando Superior del Ejército. Inconfundible, sello
presidencial, la bandera y el águila y esa primera frase que pretendía inspirar
en el lector el más alto grado de patriotismo posible.
Haciendo caso omiso a
lo que había escrito al principio de la misiva, me centré en las tres palabras
que hicieron que mi temperatura corporal descendiese peligrosamente:
“Conflicto”, “Necesario” y “Afganistán”…
…¿Sabéis esa sensación de desorientación que
sufrimos cuando nos levantamos de un salto? Pues ahora mismo es como si ese
salto hubiese sido el nuevo récord olímpico. Tengo que apoyarme en el buzón y
la verja de casa para poder mantenerme de pie, y tras unos segundos consigo
arrastrarme hasta casa y la única pregunta que me ronda por la cabeza es la de
cómo coño voy a decirles esto a Julie y Sarah.
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Casi 3 semanas más tarde ---------------------------
0800 hora Zulú, hace ya bastante rato que nos hemos
levantado y tras un par de días todo parece ir bien. Ah! Por cierto, no os lo
he dicho voy a bordo del USS Independence rumbo a Kabul, y tras lo que me han
parecido 100 días de viaje, debemos estar a tan sólo un par de horas de
destino.
Como ya sabemos, el trabajo que desempeñaremos aquí,
en un principio es meramente de apoyo a una de las misiones humanitarias que se
están dando en la zona. Dicho apoyo consiste básicamente en detectar, avisar y
en caso final, eliminar, las posibles amenazas que puedan poner en peligro las
acciones de ayuda.
Sólo espero que mientras yo esté aquí todo vaya bien
y que, en casa, la gente se dé cuenta de que es necesario apoyarnos y del
peligro que corren tantos cientos o miles de personas cada día, por la acciones
de unos pocos…O al menos eso dice la teoría, no estoy muy seguro…
Finalizamos el desembarco y nos dirigimos a lo que
será nuestro hogar los próximos meses, si todo sale según lo previsto. Por lo
que nos han dicho, los ánimos están algo tensos tras los últimos incidentes
ocurridos en la región, que acabaron con varios de los nuestros con heridas graves…Es una locura además de
cuidar de mí mismo, he de hacerme cargo, como capitán que soy, de los hombres
que conforman mi unidad, y aunque no seamos muchos, tan sólo 7, cuando Bailey y
Williams deciden hacer el gilipollas… bueno, digamos que no es fácil hacerse
cargo.
La vida en la base es relativamente tranquila, poco
que hacer, pero uno siempre ha de estar alerta, además no acabamos de disfrutar
todo lo que podemos de estar aquí por dos sencillas razones: La primera, bueno
esa es obvia… y la segunda es porque en cualquier momento nos pueden asignar
alguna de las misiones y por lo que sé, uno nunca sabe cómo pueden acabar y…
- ‘¡Bailey!, ¡Williams!, ¡Carter! ¡Reúnan
al resto y prepárense, pasen por mando y allí les darán información, les toca
irse al valle!” – Grita de repente uno de los oficiales. Y aún sorprendidos, y
con el miedo a flor de piel, somos capaces de responder: -“¡Señor, sí señor!’-.
Y así hacemos, avisamos
a los chicos y movemos el culo hacia el mando, rezando porque no sea una de
esas escaramuzas suicidas que tanto les ha dado por hacer.
Llegamos y nos recibe
el Sargento Mayor Davis, un hombre alto que, a pesar de su edad, ya mayorcito
para estos trotes, infunde un respeto enorme en cualquiera que se ponga por
delante.
Tiene todo desparramado
por la mesa y parece nervioso, cosa muy extraña en él.
-‘¡Caballeros!’-
Comienza diciendo- ‘Como saben la zona del valle se ha convertido en un
avispero, y nos toca ir de apicultores. Vuestra misión consistirá en proveer de
apoyo y seguridad a una de las misiones humanitarias que se desarrollan en la
zona durante un traslado. No quiero problemas’ – Continúa diciendo y creo que
todos sabemos lo que viene- “Entran, le sacan y salen ustedes. Sabemos que
parece fácil pero no se confíen. Una vez llegados al punto de extracción,
informarán y volverán por la ruta segura ¿Queda claro?’ – Pregunta.
-‘Señor sí señor!’ –
Respondemos al unísono.
Todo listo y nuestro
convoy sale sin problemas, dos vehículos acorazados, con blindaje anti minas,
vamos lo mejor de lo mejor y. sí, ya sé que suena ostentoso pero cuando vas a
un sitio así toda precaución es poca.
Durante el trayecto de ida no sucede nada en
especial, Willy y Carter, que van en mi coche, ríen y hacen bromas, siempre han
sido los payasos del grupo, y yo, aprovecho y continúo escribiendo la carta a
Julie y Sarah. Sólo espero que estén bien, no he tenido la oportunidad de
hablar con ellas desde hace días y eso puede tenerlas muy intranquilas.
Llegamos a destino y nos recibe uno de los
responsables del complejo, le explicamos la situación y les montamos en lo
coches de vuelta a nuestro campamento. En total partimos de allí 5 vehículos,
entre ellos dos de los militares y comenzamos el viaje a través del desierto.
Pasados 15 minutos, divisamos una columna de humo en
mitad del desierto, algo muy inusual, así que le digo a mi pelotón que estén
atentos.
Descubrimos una fosa por la que apenas pasamos unos
segundos, suficientes para que podamos ver cuerpos amontonados en su interior
producto de las matanzas de los diversos grupos, llamadlos como queráis, y me
hace darme cuenta de por qué estamos aquí.
Y justo cuando mis pensamientos son los que me
distraen un poco de mi labor, en apenas una fracción de segundo, se desata el
infierno.
Uno de los coches en los que iban los voluntarios a
los que acabábamos de sacar es alcanzado por varias ráfagas de bala, y justo a
nuestro lado estallan dos minas. Mis oídos pitan y oigo lo que parecen gritos,
hay varias personas que parecen heridas aunque no de gravedad. Busco a los
míos…
-‘¡Willy!
¡Carter!’ – Grito, pero no obtengo respuesta, no sé bien lo que sucede y mi
único reflejo es disparar a todos los lados, ya que una gran columna de polvo
me impide ver con claridad.
Más disparos…
Parece que el polvo que ha levantado la explosión se
despeja gracias a una ráfaga de aire, aunque no cesan los disparos procuro
recomponerme y situarme.
Pasan unos segundos y puedo ver un cuerpo en el
suelo rodeado por un charco de sangre, y mientras me temo lo peor, la veo, una
insignia estadounidense, es de los míos.
En ese momento, aparecen por mi lado Jackson y
Carter.
-‘¡Tío no veo una mierda! ¡No sé dónde están!’ – Me
grita Jax. Tiene la cara ensangrentada y cubierta de polvo.
Más disparos…
Oigo un grito y sé que proviene del coche en el que
iban los voluntarios, espero que sólo sea un herido, me muevo y veo de dónde
viene el ataque. Una cabeza sobresale y sólo tengo que apuntar, uno menos.
-‘Willy! Carter! ¿Me oís?’ – Grito – ‘¡Hay que moverse y
llegar a la colina, están todos ahí!’
Veo que Carter es el primero en salir, así que sólo
se me ocurre seguirle. Nuevamente un fuego cruzado, están en las montañas.
Acto seguido Jackson y Williams comienzan a
responder delatando completamente su posición y son alcanzados.
Por cómo han caído al suelo sé que ninguno de los
dos sigue con vida, además han perdido sus armas.
De seis que éramos sólo quedamos tres y se nos
agotan las opciones, lo único que se me ocurre es facilitar una distracción
para que, aunque sea, las personas a las que tenía que proteger, salven la
vida. Me acerco al coche tras el cual se refugian los voluntarios y les expongo
la situación:
-‘Sólo
tenemos una opción de salir de aquí con vida” – Empiezo- ‘Pero tendrá usted que
hacerme caso en todo lo que le diga, ¿Queda claro?’
-‘Sí, lo que usted diga’ – Responde temblando.
Mientras pienso qué hacer, contemplo la escena que
se expone ante mí, con Cooper y Carter agazapados, tirando inútilmente a todo
lo que se mueve. Y bajo toda esa presión, noto todos y cada uno de los objetos
que llevo, como si el chaleco fuese una fina tela y…espera… de pronto lo
recuerdo, aún sigue ahí, un papel doblado decenas de veces, que contiene quizás
mis más sinceras palabras desde hace mucho tiempo. Lo saco y se lo entrego.
-‘¿Qué es esto?’ – Pregunta confundida.
-‘Mi misión es sacarlos a usted y al resto de aquí
con vida, así que su supervivencia debe estar asegurada siempre y en todo
momento, bajo cualquier circunstancia’ – Medito con cuidado mis palabras y sigo
– ‘Así que, resumiendo, ustedes deben salir de aquí con vida, en cuanto a mí,
ya se verá’.
-‘Pero, ¿Qué he de hacer con este papel?’ – Dice
temblando.
-‘Dárselo a mi mujer cuando usted regrese’ –
Contesto.
Miro hacia dónde está escondidos Cooper y Carter y
voy hasta allí para intentar explicarles mi plan.
-‘Tío, estamos jodidos! No sé si conseguiremos salir
de ésta.’- Me grita Coop.
-‘Nosotros no, pero si salimos por uno de los
laterales de la colina, desprotegidos, llamemos su atención, dejando así vía
libre a los voluntarios para que escapen’ – Digo.
Sé que es una locura un suicidio, pero los tres
comprendemos que es nuestra única opción, además, para eso estamos aquí.
Nos
levantamos y corremos por un lateral de la colina con la esperanza de ver por
fin a nuestro enemigo y conocer, al menos su número y su equipo. Continuamos
avanzando por el lado y veo que alguien advierte de nuestra presencia, han
mordido el anzuelo y no podemos desaprovechar la oportunidad así que, aunque me
arden los pulmones, corro.
Más disparos, agacho la cabeza a la espera de alguna
señal de ayuda o socorro de Coop o Carter pero nada, parece que no nos han
dado. Intento aclarar mi mente y continúo corriendo, es la única forma de
alejarlos.
Tras unos metros recorridos aparecen dos hombres
cubiertos con turbantes y armados. Disparamos a matar. Los dos hombres caen y
nos damos cuenta de nuestro error, tres más nos esperan en otra colina, y antes
de que podamos rectificar, aprietan el gatillo al unísono.
Oigo un grito y siento una punzada de dolor que
recorre todo mi cuerpo como lo hace un rayo por el cielo, y veo caer a mis
amigos, mis últimos hermanos junto a mí. Sé que ha muerto al instante por la
gravedad de sus heridas y los lugares dónde han impactado las balas, y
contemplo impotente el pesaroso final que me espera.
Y es aquí, cuando bajo este sol de justicia, cuando
recapacito sobre todo aquello por lo que ha pasado esta gente y las miles de
muertes de inocentes que se han dado, y a pesar de todos mis pecados, al ver
las vidas que he salvado contemplando por última vez ese coche que se aleja.
Herido de muerte y con la sangre cubriendo mi ropa,
mientras mi vista comienza a nublarse, fijo mi mirada en un trozo de tela de
diversos colores y estrellas que apenas distingo, y que, al borde de mi vida,
al suspirar mi último aliento, me hace comprender la verdadera razón de mi
presencia aquí, y no sé por qué, me hace sonreír…